BORN OF SILENCE - Capitulo 2
“¿Perdiste la razón? Te daría una bofetada a ver si volvés en sí, pero probablemente me la devolverías y eso…me dolería mucho. Porque los dioses saben, que tenés un terrible gancho izquierdo con el que siempre arrancás una pelea. Y quizás hasta me mates. Como mínimo, me arrugaría la ropa y me la mancharía con sangre, lo cual sería peor que la muerte, si me lo preguntás. Pero aun así. ¿Perdiste la razón?”
Darling suspiró ante el sermón de Maris que estaba enojado mientras estaban parados en la oficina del Gobernador del Palacio de Invierno, el puesto político más importante que tenía la familia de Darling y que había usado para gobernar el imperio por los últimos 200 años.
Esta habitación era uno de los pocos lugares en lo que no podía haber tecnología del palacio donde no podían ser escuchados o monitoreados de ninguna forma.
Decorada con elementos caros en colores azul oscuro, dorado y borgoña, el estudio estaba diseñado para amedrentar e impresionar a sus visitantes con la riqueza y obstentación de la familia Cruel, para hacer sentir que los demás eran inferiores y pequeños en comparación.
Daba resultado hasta en los egos más grandes.
Su tío también usaba esta habitación para planear las muertes y las caídas de sus enemigos, tanto como de sus propios aliados y amigos.
Y fue en esta misma habitación, donde no había ningún tipo de vigilancia, que el tío de Darling había asesinado a su propio hermano…
El padre de Darling.
Algo que Darling no podía probar, así que nunca se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Maris. Pero él sabía la verdad
de la boca de su propio tío. Había salido como las palabras arrogantes de un borracho una noche, once años atrás, cuando su tío había sido particularmente brutal con él, después de que se hubiera escapado de la institución mental a la cual su tío lo había confinado. La Guardia Real lo había encontrado escondido y lo había traído a este lugar, pegándole a cada paso del camino hacia su casa.
Con su cara hirviendo por los golpes de su tío, Darling había empujado a Arturo lejos de él. “No sos mi padre, bastardo patético. Y no sos el Gobernante por derecho, Señor del Gran Consejo,” él le había escupido en la cara que sabía que su tío despreciaba porque le recordaba a Arturo de su rango inferior y posición. “Nunca serás uno.
Pero YO voy a ser el Gobernador algún día, y no tengo que escucharte.”
Su tío le había golpeado la cabeza contra el escritorio que estaba a la derecha y lo había agarrado del cabello para mantenerlo inmóvil antes de inclinarse sobre él para gruñirle en el oído con su aliento a borracho. “Más vale que te despiertes, puto boca floja. Soy tu dueño y puedo hacer que tanto tu vida como la de tu familia sea un infierno. Si no hacés lo que te digo, cuando te lo digo, voy a matarte como lo hice con el cobarde de tu padre. Deberías haber visto la sorpresa en la cara del bastardo patético cuando le corté la garganta.”
Había sido una noche que su tío no recordaba.
Una noche que Darling no podía olvidar.
Y desde el momento en que su tío se pisó solo, Darling comenzó a complotar la caída de su tío en ese mismo lugar, donde las paredes sangraban por traiciones pasadas.
Desafortunadamente, le había tomado más tiempo del previsto planear el derrocamiento de su tío. Pero bueno, derrocar un gobierno no era tan fácil, especialmente cuando la poca gente que amabas sería ejecutada junto con vos si fallaras.
Haciendo que sus pensamientos abandonaran el pasado, Darling le devolvió la mirada irritada a Maris, Maris sería el primero en morir si la jodía. Y eso era algo que no podía ni permitir ni contemplar.
Honestamente, apenas podía recordar una época en su vida donde Maris no había sido gran parte de ella.
Y aunque apenas se llevaran unos meses, Maris parecía mucho más joven. Hacía poco se había cortado su cabello negro y lo usaba parado en puntas que iban en todas las direcciones. Por una vez, Maris estaba vestido conservadoramente con una campera color verde claro y pantalones color camel. Algo que contrastaba terriblemente con la vestimenta regular de Darling que era toda negra.
Pero bueno, eran opuestos en la mayoría de los aspectos. Mientras Maris tenía una piel clara, la de Darling era de un color oliva profundo. Maris tenía ojos oscuros, y los de él eran celeste claro. Y solo la hermana de Darling tenía el cabello rojo oscuro como él.
Maris era flaco y tenía la piel suave e intacta, y Darling era musculoso con más cicatrices que cualquier aristócrata que conociera, y eso incluía a Nykyrian Quiakides, el príncipe de Andarion, que había sido un asesino de la Liga y era amigo de Darling.
Pero la característica más diferente que tenían eran sus personalidades. Maris vivía mostrándose, con un estilo despreocupado que tendía a ofender a mucha gente. Mientras tanto, Darling era tranquilo, reservado y no llamaba la atención.
Una conducta que había desarrollado no mucho después de la muerte de su madre. Si no notaban que estaba ahí, no lo atacaban.
No lo atacaban tan seguido.
Prefería estar fuera del radar mientras que Maris prefería se enfrentaba a cualquiera que lo irritaba.
Y aunque sabía como eran las cosas, Darling todavía era el eterno optimista que trataba de ver solo lo bueno en las personas, y que esperaba que las cosas mejoraran. Mientras que Maris esperaba solamente traiciones de cada persona que conocía, y esperaba que las cosas empeoraran, sin importar lo buenas que fueran.
Darling era la única criatura viva en la que Maris confiaba. No era que Darling lo culpara, dado su pasado. La confianza no llegaba fácilmente, tampoco, pero trataba de no dejar que su experiencia con idiotas opacara su creencia innata de que la gente tenía un buen corazón.
Todos excepto su tío.
Ese bastardo había nacido con los cromosomas dañados.
Durante toda su vida, Darling había luchado para proteger, e interceder por otros. Ya fuera su madre, sus hermanos, o Maris…
Daría su vida por todos ellos.
Pero nunca felizmente, y no siempre sin quejarse. Si bien no le importaría hacerlo por Maris y por sus hermanos, él resentía la inhabilidad que su madre tenía de anteponer su vida a sus necesidades egoístas.
Ella ni siquiera podía mirarlo. Ya fuera porque estaba enojada de que no fuera un esclavo dispuesto a hacer su voluntad o por la culpa por sacrificarlo, él no lo sabía. Rara vez se hablaban, y no podia recordar cuándo fue la última vez que ella le deseó algo bueno.
Pero estaba bien. Hacía mucho tiempo que él había aceptado el hecho de que, en realidad, era un huérfano.
Ahora, después de todos estos años de luchar por ellos, finalmente quería algo para sí mismo. Y nadie, ni siquiera Maris, iba a convencerlo de lo contrario.
Tenía que tener a Zarya. Ella era la única que podía salvarlo de la locura que rápidamente lo estaba arrastrando al fango. Él lo sabía con cada parte de su ser. Sin ella, Kere lo consumiría, y él no quería ser un monstruo de sangre fría al igual que su madre y su tío.
Preferiría estar muerto.
Zarya era lo único bueno que tenía, y él tenía la intención de aferrarse a ella con ambas manos. Al carajo con las
consecuencias. Darling se encontró con la mirada de Maris, queriendo que su amigo le diera la bendición por lo que estaba a punto de hacer. “Si alguien es capaz de entender esto, ese serías vos, Mari.”
Mari se burló. “Si, pero yo me enamoro cada cinco minutos y en otros veinte ya estoy buscando al siguiente. No podés casarte con una mujer. Lo sabés. Imaginate el escándalo que vas a causar.”
“Mari…”
“No me digas, Mari…”(chiste ya que Don´t Mari me, suena igual a Don´t marry me, que significa no te cases conmigo) “¿Te acordás lo que me dijiste cuando estuve a punto de casarme y cometer el error más grande de mi vida?”
“Que tus pantalones estaban demasiado ajustados.”
Maris revoleó los ojos. “Después de eso.”
“Que estabas transpirando tanto que necesitabas bañarte otra vez o ibas a terminar ahogando a la novia.”
Maris le gruñó esta vez. “Te lo estoy diciendo en serio, Darling. ¡Mierda! Dejá de ser tan infantil.”
Darling puso los ojos como platos, ante la inesperada mala palabra. “Guau…¿mierda? ¿De verdad? No sabía que supieras putear. Estoy impresionado.”
“¿Qué te puedo decir?” Él cruzó sus brazos irritado. “Me arruinaste. Y…”
“Entiendo lo que estás diciendo,” Darling lo cortó antes de que repitiera la misma perorata que había estado diciendo durante los últimos treinta minutos. “Lo sé. Pero mi tío ya trató de matarme. Vos estabas ahí. ¿Te acordás?”
No queriendo alienar completamente a su mejor amigo, él bajó el tono de su sarcasmo. “En dieciocho meses, voy a ser lo suficientemente grande como para legalmente destronarlo y no hay nada que él pueda hacer para impedirlo.
Él lo sabe, y comenzó la temporada de caza para en mi cabeza. Si no hago algo rápido, vas a venir a visitarme a la bóveda de mi familia, junto a mi padre.” Darling tragó mientras el dolor lo atravesaba. Daría lo que fuera para tener nuevamente a su padre.
Pero ese deseo no cambiaba nada. Su padre estaba muerto y él no quería hacerle compañía.
No hoy, al menos.
“Ambos sabemos que Artuno no se va a retirar tranquilamente. No mientras tenga un hermano menor que pueda heredar el trono después de mí. Si el me mata, puede ser el guardián de Drakari durante los próximos seis años. O peor, el bastardo me encierra en otra institución y nos tiene a ambos, a mí y a Drake incapacitados para poder gobernar en nuestro nombre sin ser desafiado.”
Darling ni siquiera quería pensar en lo que le había pasado la última vez que había sido encerrado. El dolor y la degradación. Las medicinas que nunca dejaban de darle y que lo dejaban tan enfermo, débil y desorientado, que apenas podía moverse. Le había tomado mese de desintoxicación para sacarse esa mierda del cuerpo.
Otro encierro lo volvería loco. No tenía ninguna duda de eso. No podría soportar estar atado e indefenso, encerrado en una habitación donde lo ponían para que todos lo vieran y lo vendieran como a un ían para que todos lo vieran y lo vendieran como a un fenómeno de la naturaleza para que otros se divirtieran. No daba ser un aristócrata de alto rango en esa situación. Jamás.
Y ni siquiera soportaba pensar sobre las otras cosas que le habían hecho. Cosas que nunca le había contado a nadie, deseando que si se lo guardaba para sí mismo, los recuerdos se irían y lo dejarían en paz
Pero no funcionaba así.
Esas cicatrices llegaban hasta su alma golpeada. Y esas pesadillas que lo despertaban cada vez que estaba lejos. Cada vez que bajaba la guardia, volvían para torturarlo una y otra vez.
Lo último que quería era que pusieran a su hermano en la misma situación. Si bien Drakari era fuerte, nunca había pasado por algo así, y Darling no quería que lo hiciera. Drake había estado exento de la terrible violencia que había estado en la vida de Darling desde el día en que habían enterrado a su padre. Y eso, también, le había costado mucho a Darling. Se había asegurado de que tanto Drake como Annalize hubieran estudiado en escuelas pupilos fuera de la región.
Su mayor logro había sido mantener a ambos relativamente a salvo del odio de su tío.
Pero si Darling no estuviera…
“¿Quién protegería a mi familia si no estoy aquí? ¿Te olvidaste lo que le pasó mi madre la última vez que me encerraron?”
Maris desvió la vista, pero no antes de que Darling viera que se había encogido involuntariamente con el recuerdo.
“No me olvidé. ¿Cómo podría olvidarme?””
En una viciosa muestra de poder e intimidación, su tío había ordenado que su madre fuera brutalmente golpeada por “intrusos” horas después de que Darling fuera admitido en una institución mental. Su golpiza había sido la forma en la que su tío le dejaba saber qué le pasaría a su familia si él no obedecía sus deseos.
Y fue algo que quedó grabado en su mente y en su corazón. Si bien él no era como su madre, no quería que la dañaran de ninguna forma. Se rehusaba a que su familia saliera lastimada por algo que él había hecho.
Más que eso, Arturo le había dejado demasiado claro que la próxima vez, sería Annalise la que sería asaltada por un intruso.
Si se acerca a ella, lo mato. Desde el día en que había nacido, su hermana había ocupado un lugar especial en su corazón. Aunque ella lo irritaba al extremo, él la adoraba.
Pero matar a cualquiera que se atreviera a tocar a Lise no desharía el daño mental que tal ataque le causaría a su testaruda hermana. Darling lo sabía mejor que nadie.
“¿Estás seguro de que tu tío contrató a un asesino?”
Darling lo miró de reojo. “No, no estoy seguro. No tengo idea cómo rastrar información como esa. Es pura especulación de mi parte.”
“Cortala con el sarcasmo, Príncipe de las avivadas. Es solo que estoy preocupado por vos, ¿ok? Me toca, después de todo. Sos la única familia que yo tengo en este mundo.”
Darling calmó su temperamento al ver el dolor en los ojos de Maris. “Lo sé, Mari. Perdoname.”
Ambos habían pasado por muchas cosas en sus vidas. Mejores amigos desde que empezaron el colegio veintitrés años atrás.
A través de lo bueno y lo malo, hermanos hasta el final. Esa había sido su promesa de juventud. Poco habían sabido en ese momento cuántas veces ese lazo sería testeado durante sus vidas.
Nunca se habían defraudado.
Él puso su mano en el hombro de Maris para tranquilizarlo. “Ya tengo todo arreglado. Arturo piensa que mi madre y mi hermano se retiraron al Palacio de Verano, después de que Drake diera ayer su último examen. Mañana quiero que al mediodía vayas a lo de Caillen. Luego pasaré a buscar a Lise para llevarla con NyKyrian donde mi mamá y mi hermano van a estar esperando.”
“Y entonces vas a ir solo para suicidarte. No esperaba otra cosa de vos.”
Él ignoró la predicción de Maris y el sarcasmo. “La SDC” – El Simposio de Delegados Caroneses. Que servía como un cuerpo de gobierno secundario de su imperio. “Se reúne mañana a la noche. Una vez que todos ustedes estén asegurados, puedo elevar mi petición para desafiar a Arturo. Con tantos testigos, no va a tener otra opción más que aceptar.”
“Pensé que tenías que tener veintinueve para un desafío.”
“Normalmente es así. Pero anoche encontré un área gris en las leyes de la Unificación. Ya que Arturo no es un gobernador legítimo, e intentó matar al príncipe y heredero de sangre, puedo hacer una petición a la SDC con esas bases y va a tener que enfrentarme o ser arrestado. Boludo hijo de puta. Ahora yo controlo el juego.” Pero bueno,
Artuno no tenía idea sobre las habilidades y los recursos a los que Darling tenía acceso.
El error de Arturo estaba a punto de costarle la vida.
Maris apoyó su mano en su frente, como si su cabeza le doliera por la discusión. “Bueno, soy una raza alienígena.
Todavía no entiendo bien como va a funcionar todo esto.” Su cara era una máscara de frustración. “Todos piensan que sos más gay que yo. ¿No te van a preguntar cómo se supone que vas a producir un heredero si sos homosexual?”
Darling se encogió de hombros. “Si gano, eso no le va a importar a la SDC. Como gobernador de pura sangre, puedo nombrar a Drake como mi heredero hasta que pueda producir uno legal. Incluso si nunca tengo un hijo, eso no es importante. No me importa la herencia. Solamente me importa mantener a salvo a todos ustedes.”
Y vengar a mi padre.
Esa era una cuenta que llevaba demasiado tiempo sin cobrarse.
Cuando Arturo había pagado a un asesino y lo había enviado tras él, cometió el segundo error más grande de su vida. Al estar tan cerca del éxito, Arturo le había hecho entrar en la cabeza el hecho de que si no hacía algo hoy, ahora, su tío lo vería muerto. No era una posibilidad, sino un hecho. Y donde un asesino había fallado, había una docena más esperando para tomar el trabajo de eliminar al blanco y cobrar por ello.
No va a pasar jamás, anciano.
Darling no había llegado tan lejos y había logrado sobrevivir para morir tan cerca de la meta. No funcionaba así. Y después de haber encontrado el contrato donde Arturo negociaba su muerte, Darling quería bañarse en la sangre de Arturo hasta que ya no quedara una gota.
La tensión en la mandíbula de Maris era evidente. “Y si fallás en derrotarlo, estás muerto.”
“De una forma o de otra estoy muerto.” O peor, su tío sería capaz de encerrarlo en un lugar que lo haría desear estar muerto.
Nadie podía negarlo. Arturo lo odiaba con cada parte de su ser. Si no fuera por sus habilidades para la supervivencia y su fuerza, Darling habría muerto mucho tiempo atrás. “Es solo cuestión de tiempo para que Arturo encuentre una forma para asesinarme o encarcelarme permanentemente.”
Maris hizo una mueca. “Debiste haber dejado que uno de nosotros lo matara hace años.”
Si las cosas fueran así de simples.
“Creeme, ojalá hubiera sido así.” Darling apretó los dientes. “Nuestras leyes tan retorcidas y retrógradas como pueden serlo.”
Desafortunadamente, bajo la ley Caronese, si su tío era asesinado por alguien de cualquier imperio, todos los Cruels, excepto los hombre en la línea de sangre de Arturo, serían ejecutados….eso incluía a la actual esposa de tu tío y sus tres hijas ilegítimas.
Esa había sido la primera ley escrita y homologada por su tío cuando había tomado el trono. Una que Arturo había creado para evitar que Darling y Drake lo mataran o lo mandaran a matar.
Como Darling no podía cambiar esa ley hasta que se convirtiera en Gobernador por derecho, lo había forzado a proteger al hombre que había querido matar más que a nadie en el mundo. Si alguno de sus amigos o cualquiera, para el caso, asesinaba a Arturo, uno de los otros príncipes del territorio habría tomado la oportunidad, creada por esa ley, para bloquear la herencia de Darling y matar a su familia para luego remplazarla con la propia.
Las políticas de Caronese eran complicadas. Darling lo sabía mejor que nadie. Como diría Hauk, cuando amás a alguien, le das a tus enemigos la oportunidad de tenerte por las bolas. Y Arturo lo había tenido a Darling de esa forma desde el día en que su padre había sido lo suficientemente estúpido como para creer que su propio hermano no lo mataría.
Gruñendo, Maris finalmente cedió. “Odio que tengas que hacer esto. ¿Pero qué necesitás que haga?”
En caso de que pierda, necesito que le digas a Zarya lo que me pasó, y quién era realmente. Ella merece la verdad. Y asegurate de que todos mis bienes en Sentella se dividan entre ella y vos para que ambos tengan dinero para vivir después de que muera.”
La furia destello en esos ojos oscuros mientras Maris lo miraba con odio. “¿Y como voy a encontrar a esta Zarya?”
“Ella va a contactar a Sentella buscando a Kere. Syn puede ayudarte a rastrearla.”
“No sería más fácil que vos me dieras su información?”
Si, claro.
“Más fácil, pero no más seguro. No quiero hacer nada que ponga en peligro a ninguno de ustedes. Cuanto menos sepan el uno del otro, más a salvo van a estar. Sé que vas a poder encontrarla. Confío en vos.”
Maris fingió delirar de la alegría. “Ay, genial. Justo el trabajo que más quería. Un trabajo que soñaba tener desde que nací. Decirle a la mujer a la que no se supone que ames que estás muerto, que me apena mucho que estés muerto. Y tomá nena, acá tenés dinero manchado de sangre para hacerte sentir mejor al respecto…” haciéndose el pavo, llevó su mano a su pecho y se golpeó con fuerza. “Muchas gracias por pensar en mi, Darling. ¿Qué voy a hacer sin vos?” Maris se calmó y entrecerró sus ojos para mirarlo. “Que conste, más te vale que no te me mueras, bestia sin valor. No te voy a perdonar si lo hacés.”
“Si te hace sentir mejor, yo también voy a estar muy enojado conmigo mismo si eso pasa.”
“No va a pasar.” Maris lo atrajo con sus brazos y lo sostuvo en un abrazo de oso. “Sabés que te amo más que a mi vida. ¿Verdad?”
Darling lo abrazó con todo lo que tenía. Maris era la única persona que nunca le fallaría. Era más cercano a él que cualquier hermano o amigo podría serlo. “Lo sé, amigo. Hermanos hasta el amargo final. Yo también siento lo mismo.”
La puerta se abrió un instante antes de que Artulo los puteara. “Uh…putos respulsivos.”
Darling vio rojo al escuchar la voz gruñona de tu tío. Se movió para atacar, pero Maris lo sostuvo con más fuerza, manteniéndolo inmóvil en sus brazos.
Mierda, Maris era mucho más fuerte de lo que parecía. Pero Mari odiaba el conflicto de cualquier tipo y odiaba la fuerza física, así era fácil olvidarse que era un soldado entrenado. Y si bien Maris ya no tenía el físico de sus días en la milicia, todavía era más fuerte que la mayoría.
“Un día más,” Maris le susurró en el oído a Darling en Phrixian, la lengua nativa de Maris, algo que Arturo no podía entender. “Podés esperar un día más, hermano mío.”
Besando a Darling en su mejilla mala, Maris lo soltó y lo tomó del mentón hasta que Darling lo miró a los ojos. Le pasó una mirada de advertencia para recordarle lo importante que era controlar su temperamento solo un día más.
Asintiendo, Darling volvió al papel que había estado interpretando durante tanto tiempo, que hasta que conoció a
Zarya, se había olvidado que era heterosexual.
No era que nunca le hubieran gustado los hombres. Lejos de eso. Pero hasta conocer a Zarya había sido el monje célibe que Maris siempre había dicho que era.
Su fachada era la misma mentira que Maris había estado forzado a vivir cuando simulaba ser heterosexual para no “deshonrar” o “avergonzar” a su familia real.
Por años, Maris había jugado el papel del hijo obediente, saliendo con mujeres y odiando cada minuto de eso, solamente Darling había sabido la verdad sobre las preferencias de Maris.
Y solamente Maris conocía las suyas.
Desde la noche en la que Darling había cumplido quince años, no le había confiado la verdad a nadie, absolutamente a nadie. Era una mentira que ambos odiaban, y a diferencia de Maris, era una que Darling debía mantener.
Mientras su tío estuviera vivo.
Dios, era tan fácil decir una mentira en la calentura del momento. Y era tan difícil vivir de acuerdo a esa mentira, especialmente por el resto de la vida.
Incluso ahora, después de tanto tiempo, podía ver esa noche tan claramente.
Carus, el previo asesor de su padre, había estado escondiéndose en el jardín trasero, cuando el idiota hizo sonar la alarma. Los guardias de Arturo lo habían agarrado y lo habían traído dentro para cuestionarlo.
Era obvio por las marcas rojas en su cuelo y su condición actual y apariencia desprolija que había estado teniendo sexo con alguien. Y como Annalise y Drakari todavía eran chicos, y Darling apenas tenía quince, la culpable que más había encajado en la situación era su madre.
Cuando Arturo había ordenado que la apresaran, Darling supo que el próximo paso sería su ejecución. Como la madre del heredero al trono y la viuda del último gobernador, su madre debía mantenerse inmaculada y casta en memoria de su difunto padre por el resto de su vida. Para otro hombre, apenas tocarla era visto como un acto de alta traición por ambas partes.
Los guardias la habían apresado, y ella había estado gritando, insistiendo en su inocencia, y rogando por clemencia.
Su hermano y hermana estaban abrazados a su cintura, llorando y rogando por la vida de su madre.
Darling se había quedado congelado del terror. Su padre solamente había estado muerto por tres años y todo lo que podía escuchar era la promesa que le había hecho el último día que habían hablado. “Si alguna vez me pasa algo, Darling, jurame que te vas a asegurar de cuidar a tu madre y tus hermanos. Ellos no son tan fuertes como vos. Un día vas a ser un gran Gobernador. Lo sé. Es por eso que confío en que vas a hacer las cosas bien por ellos tres.”
Ellos gritaron y lloraron hasta dejarlo prácticamente sordo. Más guardias habían venido para sacar a su hermano y a su Hermana y esposar a su madre para su ejecución mientras que Carus estaba ahí parado en silencio. Sin decir una palabra para negarlo o para defender a la mujer con la que se había acostado. La mujer que había arriesgado su vida y la de sus chicos por él.
Era inútil como protector.
Y su madre moriría si Darling no hacía algo.
Así que se había agarrado del secreto personal de Maris para salvar su vida. Mordiéndose los labios para dejarlos hinchados, y arañándose el cuello para dejarlo rojizo, había corrido para detener el arresto de su madre.
“Él es mi novio. Yo soy el que durmió con él.” Las palabras habían salido de la boca de Maris antes de poder detenerse.
O pensar en las consecuencias.
Pero en ese momento, él había asumido estúpidamente que su madre cortaría el amorío después de ver lo que era el idiota insensible de Carus, al que no le importaba nada. En vez de eso, ella había estado agradecida a Darling por proveerle una coartada.
Poco sabía él que en ese momento había vendido su alma para que su madre pudiera ser feliz. Después de esa noche, ella había elegido a sus amantes con libertad, para luego hacerlo sentir culpable y que él pretendiera que eran los suyos.
Mentiras por las que había pagado con sangre.
A través de los años, había sido irónico. Para dejar a sus padres contentos, Darling había pretendido ser gay mientras que Maris había pretendido ser heterosexual. Era una de las muchas razones por las que eran tan cercanos. Cada uno le había dado consejos al otro sobre cómo llevar adelante su engaño. Qué decir. Cómo actuar y cómo vestirse.
Habían inventado frases código para señalarse cuando se salían de rol. “Te voy a retirar tu tarjeta de membresía” era la principal. Tan pronto como la escuchaban, sabían que tenían que dejar de hacer lo que estuvieran haciendo o diciendo antes de exponer su verdadera naturaleza.
Pero Maris había tenido el lujo de salir del closet a los veintipico. La única salida que tenía Darling era encontrar una manera legal de matar a su tío y luego perdonar a su madre por su estupidez.
Arturo fingió arcadas en dirección a Maris y a él, trayendo sus pensamientos al presente.
Con su odio montándolo con espuelas, Darling frunció su labio ante el bastado ególatra que les estaba clavando la mirada. En un acto de puro desafío que Darling sabía que iba a pagar caro, él le dio un beso en la palma a Maris y luego le chupó la mano mientras miraba a su tío con media sonrisa.
Gruñendo furiosamente, Arturo cruzó la habitación como un tornado y le dio un sopapo tan fuerte que su cuello crujió y la boca se le llenó de sangre instantáneamente. “¿Qué te dije pelotudo chupapijas?”
Revisándose los dientes con la lengua para asegurarse que todavía estuvieran en su lugar, Darling se forzó a sí mismo a jugar al chico dócil y no dejarse llevar por la necesidad de devolverle el golpe.
Distraídamente, para hacerlo enojar más, se limpió la sangre de sus labios con el dedo índice.
Podría partirte en dos, bastardo…
Era tan injusto tener la fuerza como para sacarle el corazón a su tío y no poder hacerlo. Mientras su familia significara más para él que él mismo, era como un león sin dientes y odiaba sentirse así, más que nada.
“Sólo somos amigos.”
“Si, claro.” Arturo hizo un gesto de disgusto frente a Maris quien se comportó como una princesita, sabiendo que lo afectaría de la peor manera. Lo único que evitaba que Arturo atacara a Maris era el hecho de que la sangre de Maris era aún más azul que la suya. Y si bien Maris había sido desheredado por su familia, debido a su homosexualidad, todavía estaba protegido bajo las leyes de La Liga. Sin mencionar el pequeño hecho de que Maris era el embajador de Andarion en Caron. Como tal, estaba bajo la protección del príncipe heredero Nykyrian, un antiguo asesino de la liga que daría un ojo para tener la oportunidad de saltarle a la yugular a Arturo y él lo sabía.
Salvo que Darling cometiera un acto de traición, o que la abuela de Nykyrian declarara la guerra contra los Caroneses,
Maris no podía ser tocado sin severas consecuencias.
Arturo les gruñó. “Salgan de mi vista. Me causan repulsion.”
Maris agarró a Darling del brazo. “Vámonos corazón. De repente el aire se tornó un poco frío.”
Arturo agarró a Darling del pelo y lo mantuvo en su lugar. “No dije que vos te fueras, jinete de poronga.”
Darling combatió su instinto primario de servirle a Arturo sus huevos en bandeja. Maris lo miró con pánico.”
“Andá,” le dijo Darling en su idioma.
Él vio su resistencia a irse antes de que Maris inclinara su cabeza e hiciera lo que le había pedido. Sería peor para Darling si Maris también desafiaba a Arturo.
Tan pronto como Maris se fue Arturo lo empujó, pero no antes de agarrarlo otra vez del pelo. “Quiero a esa mariposa afuera de mi casa.”
“Es el embajador Andarion. No puede irse sin dejar un reemplazo.” Algo que Nykyrian se aseguraría de que no pasara. El rol de Maris era quedarse y cubrirle las espaldas a Darling. Cada vez que Arturo se iba al carajo, Maris lo notificaba a Nykyrian quien hacía su mejor esfuerzo para sacarlo a Darling del medio hasta que su tío tuviera tiempo de enfriarse.
Arturo puteó frustrado. “Mejor que no te agarre en otra demostración pública como esa. ¿Me escuchaste?”
“Te escucho.”
Arturo lo abofeteó otra vez. “Eso fue para recordarte cuál es tu lugar, putito. No sos el Gobernador todavía. Yo lo soy.”
“Si, Mi Señor Consejal.” No pudo resistir usar el título que sabía que su tío despreciaba porque le recordaba de su lugar menor en el mundo y del hecho de que jamás podría ser un Gobernador completamente, solamente una posición secundaria. Arturo lo miró de arriba abajo con una mirada condenatoria. “Te ves igual que el patético de tu padre. ¡Andate!”
Le dio un saludo militar femenino y lleno de sarcasmo antes de obedecerlo.
En el pasillo, fuera de la habitación, se lamió la sangre que tenía en la comisura de la boca mientras se imaginaba pateando la puerta abajo y destripando a su tío en el piso.
Un día más.
Si, estas iban a ser las treinta y seis horas más largas de su vida. Pero el día después de mañana
Zarya sería suya. Su tío estaría muerto. Y finalmente se liberaría del infierno que había estado viviendo más de la mitad de su vida. No más torturas. No más moretones, huesos rotos o cicatrices.
No más mentiras.
Y aun así, en la boca del estómago tenía un mal presentimiento que no podia sacarse de encima. Algo iba a salir mal.
Podía sentirlo.
Solamente estás siendo paranoico. Arturo jamás localizaría a su madre o a su hermano. No le importaban lo suficiente como para hacerlo. Annalise estaba segura en su dormitorio y custodiada de momento. ¿Qué podía salir mal?
Aun así, escuchó la voz de Hauk en su cabeza. Nunca subestimes la habilidad que tiene el destino para cagar cualquier plan.
Pero el destino se lo debía. Todo lo que quería era una sola chance para ser feliz, solo una en su miserable vida. No estaba pidiendo demasiado, especialmente dado su pasado. Él aminoró la marcha al entrar al pasillo que llevaba a su dormitorio. Como siempre, los guardias de su tío lo estaban esperando ahí. Una rutina de degradación con la que su tío insistía cada vez que Darling estaba en su casa, y Darling preferiría morir antes que contarle a alguien.
Si solo no hubiera tenido que venir a casa esta noche a completar mis planes…
La furia nubló su vista. Odio esta mierda.
Pero los guardias lo disfrutaban. Sin importar lo torcido que era ese principio, los guardias vivían para hacerle su vida tan miserable como podían. Amaban tener poder sobre un aristo. Ser capaces de usar a Darling como su chivo espiatorio. Incluso ahora, podía escuchar sus risas mientras se burlaban de él.
Hijos de puta.
Un día más…
Si. ¿Qué era una noche más en comparación a todas las que había sobrevivido?
Aun así su estómago se contrajo en amargura al encontrarse con las sonrisas burlonas y las miradas de los guardias, y luego se dirigió al baño a través del pasillo que daba a su habitación. Abrió la canilla para lavarse los dientes.
Necesitando reconfortarse, sacó el anillo de Zarya de su bolsillo para poder besarlo y pensar en la única persona que tenía una sonrisa que hacía que valiera la pena vivir.
Como deseaba estar con ella ahora…
Él deslizó el anillo en su dedo meñique y recordó la forma en la que ella se había abierto para él la última noche. En sus brazos, él sentía que podía volar. No sabía cómo lo hacía, pero cuando estaba con ella, no escuchaba las voces de su pasado, ni las que estaban en su cabeza que constantemente lo denigraban. Ella expulsaba cada demonio dentro de él y lo hacía olvidarse de su pasado.
Con ella, él solo veía el futuro.
Zarya era su oasis, incluso en este infierno miserable.
Mirando su reflejo en el espejo, el odió lo que vió ahí. Siempre lo había odiado. Todos los insultos de Arturo resonaron en sus oídos. Pero los que más le dolían eran los que salían de los labios de su propia madre. “Nunca vas a
ser lo que fue tu padre. Sos una patética sombra de él. Que los dioses nos ayuden si en algún momento heredás.”
Él se encogió, y luego se sacó a esos fantasmas de sus recuerdos.
Por favor, que mañana las cosas funcionen como deben.
No te preocupes Dar, estuviste en misiones que salieron mal y aun así, todo salió bien al final.
Sin importar lo que pase, vas a adaptarte y a sobrevivir.
Por Zarya, caminaría por los fuegos del infierno solo para hacerla sonreir. Y si todo salía bien mañana, se aseguraría de que nunca volviera a llorar.
Che, mirá el lado bueno de las cosas. Mañana, o vas a salir exitoso o vas a morir.
De una forma o de otra, finalmente sería libre.
Traducción: Mariana Agnelli
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