Adelanto de Inferno - Spoilers
Prólogo
Nueva Orleans
En un futuro distante...
Su silueta marcada por el sol escondiéndose en el horizonte y completamente desgastado en su interior por el odio de cada cosa viva, Nick permanecía de pie sobre lo que quedaba de la vieja cervecería Jax, mirando como la que había sido su amada ciudad en algún momento, ardía en llamas. Ya sin poseer ni un ápice de humanidad, miró a su mano de reojo, la cuál sostenía una espada ensangrentada. Debajo de su armadura dorada, su verdadera piel de demonio mostraba un diseño cambiante rojo y negro. Con su frente en alto y sus alas negras extendidas, se erguía desafiante. Fiero y terrible a cualquier cosa que se le acercara, finalmente había sucumbido a su naturaleza.
Y la masacre a sus pies era lo que alimentaba su oscura alma.
Simple destrucción y absoluta miseria humana. No existía una poción más deliciosa. Tampoco existía una mejor vista.
No podía estar más feliz mientras contemplaba el resultado de su guerra contra los humanos y los dioses...
Pedazos de un helicóptero destrozado yacían desparramados en el asfalto sobre la plaza Jackson. Pero aquellos no eran los únicos escombros que cubrían las calles... la vista grotesca le causaría náuseas si poseyera algún tipo de sentimiento. Sin embargo, sus emociones, como la que había sido una hermosa ciudad y los humanos que la habitaban ya no existían.
Solo la rabia y el odio lo gobernaban.
Mientras miraba el paisaje, ajeno a todo, su ejército de demonios se daba un festín con los restos de las pobres criaturas que intentaban luchar o aquellas lo suficientemente tontas como para intentar huir. Pronto, no habría nadie que se lamentara.
Se rio triunfante. Había ganado esta guerra, era el rey supremo. Ya no había nadie más que luchara contra él.
De repente, el viento le llevó un sonido extraño a sus oidos. Escuchó...
Voces humanas. Y no estaban gritando del miedo ni pidiendo clemencia como los otros. Estas voces estaban...
Dentro de la Catedral. Estas eran las voces de guerreros preparándose para la batalla. ¿Pero cómo? No deberia haber ningún sobreviviente.
Nick cerró sus ojos para poder investigar con sus poderes lo que estaba pasando. Dentro de la que solía ser una famosa catedral, se escuchaban niños gritar mientras su ejército golpeaba contra las puertas cerradas. Alguien había apilado bancos y confesionarios contra las puertas para bloquear a los demonios.
No, no alguien...
Tres mujeres permanecían de pie en el centro de la misma, listas para defender a unos cuantos niños y un pequeño grupo de madres que se ocultaban detrás del altar. A diferencia de las mujeres aterradas que lloraban y temblaban indefensas, estas tres hacían un recuento de sus armas.
En su mente podía verlas claramente. Gemelas que en algún momento habían sido sus amigas, Tabitha y Amanda, estaban de pie junto a otra mujer que no reconocía. Le era familiar, pero por alguna razón, no podía recordarla. Aunque eso no importaba.
Armadas con espadas, cuchillos y una ballesta, las mujeres parecían exhaustas y desgastadas por peleas previas. Aun así, eran parecian fieras guerreras listas para luchar hasta el final. El cabello de Tabitha estaba teñido de negro, mientras que el de Amanda conservaba su color caoba natural. Como generalmente vestía, Tabitha tenía ropa de cuero de pies a cabeza. La ropa de Amanda era ajustada, similar a la que se usa para practicar yoga, algo que le permitía libertad de movimiento. La tercera mujer usaba un uniforme militar con un chaleco de kevlar y botas de combate. Su cabello alisado químicamente largo y oscuro estaba recogido en una cola, y tenía una profunda cicatriz en su mejilla izquierda.
"No podremos contenerlos," Tabitha susurró a las otras dos mujeres para que los chicos no las escucharan.
Amanda levantó su frente en determinación "Entonces moriremos defendiendo... como nuestras familias."
La tercera mujer asintió "Acta est fabula."
Tabitha y Amanda fruncieron el ceño.
Ella chequeó el filo de su espada antes de hablar nuevamente. "¿El show ha terminado? ¿Las últimas palabras del César?"
Tabitha revoleó los ojos "Sé lo que significa, mujer. Estuve casada con un General Romano. Pero ¿qué onda? Si vas a cital al César al menos usá Veni, vedi, vici."
"¿Vine, vi y vencí? Buen intento Tabby, pero desafortunadamente lo único que vencerán hoy es a nosotras.
Un terrible golpe hizo eco mientras las puertas cedían ante el último estruendo.
Tabitha gruñó. "Están atravesando la puerta."
Amanda y Tabitha se pusieron de pie una al lado de la otra mientras la tercera mujer extendía sus brazos. Fuego surgió de sus palmas, haciéndole saber que esta mujer no era humana. Ella era una Diosa... no Ma´at, con quien había crecido, pero ella le recordó a las diosas egipcias que había conocido y asesinado durante siglos. Si solo supiera cuál era.
Usando su telekinesis, Amanda trató de mantener las puertas cerradas. Pero todo lo que le causó fue una hemorragia en la nariz mientras los demonios atravesaban la madera y revoleaban los bancos y confesionaros para todos lados. Su ejército se dispersó en el edificio dirigiéndose directamente a los niños.
Como antiguos guerreros, las mujeres los enfrentaron y lucharon con una habilidad sin paralelo. Tabitha derrotó a tres de ellos con un solo movimiento de espada, mientras Amanda y la otra mujer mataban a los demás.
Durante unos minutos, parecía que ganarían.
Pero no eran suficiente para sus fuerzas que aumentaban en número mientras ellas eran arrasadas por los demonios. Amanda murió primero, y luego Tabitha cuando corría hacia su hermana para ayudarla. Con ellas fuera de combate, su ejército se enfocó en la última mujer que quedaba y la atacaron. Ella los contuvo con fuego por otros dos minutos. Pero al final, también sucumbió ante el gran número de demonios.
Las mujeres y los niños corrieron hacia el fondo. Aunque no sirvió de nada. En unísono su ejército los destruyó.
"Bon appetit" susurró Nick.
Se habia dado vuelta para retirarse, hasta que un demonio le llamó la atención. A diferencia de los otros, este no había peleado ni perseguido a los humanos. Vestido con una armadura negra que parecía sangrar aun cuando no estuviera herido, este demonio era más fiero que todos los demás. Malphas observó los cuerpos de las mujeres con un un gesto de disgusto y pena.
Hasta que se dio cuenta que Tabitha aun seguía viva.
Él se arrodilló a su lado y sostuvo su cabeza con cuidado. "Tabby... lo lamento tanto."
Haciendo una mueca, ella abrió sus ojos mientras respiraba trabajosamente. Se rió con amargura, mostrando sus dientes cubiertos de sangre. "Hay cosas que no se arreglan lamentándose, Caleb.
"Shh, no hables, yo puedo..."
"Nos fallaste," ella suspiró, cortando las palabras de Malphas antes de que pudiera continuar. Se lamió sus labios quebrados, y luego exhaló en sus brazos. Sus ojos perdieron su brillo.
Tabitha Lane Deveraux Magnus estaba muerta.
Con una mueca en su rostro, Caleb la sostuvo cerca de su corazón y acarició su cabello ensangrentado. "No Tabby. Me fallé a mi mismo." Él miró a las otras dos mujeres mientras las lágrimas llenaban sus ojos demoníacos. "Más que nada, le fallé a Nick."
Esas palabras atravesaron a Nick como una espada. Como se atrevía su sirviente a tener lástima por él. No era un estúpido humano como para que fueran condescendientes con él como si no fuera nadie.
¡Él era el Malachai! ¡Amo y señor de todo el universo!
Con su visión oscureciéndose por el peso de su furia, se manifestó dentro de la Catedral, justo al lado de Malphas. Con su armadura dorada brillando en la ténue luz, Nick levantó sus alas negras mientras se cernia sobre su sirviente. "Nunca aprendiste a comportarte o hablarme con respeto."
Agarró a Malphas por el cuello y lo levantó alejándolo del cuerpo de Tabitha.
"Dale," lo enfrentó Malphas. "Matame. Mi único deseo es que lo hubieras hecho siglos atrás antes de ser forzado a servir la cosa en la que te converstiste."
Bien entonces...
"Ya me tenés podrido, igual," Nick gruñó en su cara. Luego le quebró el cuello, y lo revoleó contra la pared con tanta fuersa que su cuerpo atravesó el cemento y cayó en el callejón del lado de afuera.
Gruñendo con furia, Nick se dio vuelta para perseguir a los que habían escapado, pero al dar un paso, su mirada se desvió al brazo de Tabitha. La sangre manchaba su piel, y aun así, no fue eso lo que le llamó la atención. Más bien fue el tatuaje con palabras en latín que tenía su brazo. Fabra est sui quaeque fati. Ella crea su propio destino.
Por primera vez en años, Nick sintió algo más que furia y odio. Habia pasado tanto tiempo desde que había sentido esta emoción que le tomó un minuto entero poder identificarla.
Remordimiento. Lo que había hecho a la gente que alguna vez había considerado familia, lo atravesó. A la gente que había amado y protegido.
Kyrian Hunter lo había salvado a él y a su madre. ¿Y como le había pagado?
Había tomado todo lo que Kyrian había amado y lo había destruído, y luego había tomado su vida.
¿Cómo me convertí en este monstruo? Ya no había nadie más a quién culpar por su transformación. Después de todas sus promesas, de que no se convertiría, de que nada podría causarlo, finalmente había cedido. Nick miró su armadura cubierta de sangre y su mano con garras que había dejado de ser humana mucho tiempo atrás. Él miró alredeor del lugar sagrado en el que estaba, donde había vivido momentos importantes de su vida humana, y vio lo que quedaba de él.
Solo devastación en llamas lo rodeaba.
Dentro y fuera.
¿Cuándo perdió vista de la persona que solia ser?
Inclinando su cabeza hacia atrás, Nick gritó en agonía...
Ambrose se sentó en la cama, temblando por la premonición que se había manifestado en su sueño.
Otra vez.
Las lágrimas le colmaron sus ojos mientras veía en su mente la imagen de Tabitha y Amanda muertas en el mismo piso donde había ido a misa miles de veces.
Donde había caminado como monaguillo, y había jurado una y otra vez que nunca se convertiría en el monstruo que era su padre.
En vez de eso, se convertiría en algo mucho peor.
¿Cómo pude hacer algo así? ¿Cómo había podido dejarse transformar en semejante bestia?
Apretando los dientes, quiso purgarse las imágenes en su cabeza. Pero allí estaban. Causándole dolor. Sobrándolo.
ES REAL.
Era el futuro lo que había visto, y no podía dejar que pasara. Sin importar lo que costara, tenía que salvarlos a todos.
Tenía que hacerlo
"¿Nicholas?"
Se sorprendió al escuchar a Artemisa sentarse a su lado y tocar su hombro desnudo. La preocupacion arrugaba su hermosa frente mientras su cabello rojizo caía sobre sus finos hombros en perfectos rulos. "Estás temblando."
Ambrose lo negó con su cabeza. "Nunca tiemblo. Nada me asusta."
Ella no le creía. Vio la verdad en sus ojos verdes mientras ella le quitaba el cabello de la cara. "¿Son tus sueños, otra vez?"
"No es un sueño, Artie. Es una visión. Acheron tenía razón. No podemos cambiar nuestro destino. Solo cambiamos la forma en que llegamos a él."
"¿Y vos realmente pensás así?"
Ambrose pasó su mano por su cabello empapado de sudor. "No, no puedo..."
Él la miró fijamente y luego habló con mayor decisión. "No lo voy a permitir." En ese momento, sintió que sus poderes se elevaban, tratando de ahogar la poca humanidad que le quedaba y convertirlo en la criatura que estaba destinado a convertirse.
Pero todavía no había perdido. Todavía no.
"Nadie me controla," gruñó en su voz de demonio, sometiendo a la oscuridad en su interior. "Nunca. ¡No me convertiré en el Malachai!"
Salió de la cama y se vistió rápidamente.
"¿A dónde vas?"
Él dudó, y luego contestó con la mayor seguridad que alguna vez había sentido. "Tengo que alterar mi pasado para cambiar mi futuro."
Traducción: Mariana Agnelli, para Rito de Sangre
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