3 Capítulos de Hijo de Nadie
-Sabes, Selena, que existe una línea muy fina entre lo que es importante para mí y lo que no y estas pisando
fuerte por todo ello.
De pie en el pasillo, al lado de una pila de cajas, Selena Laurens rio ante el tono hosco de su prima.
-Eso está bien, Jo-Jo. Recuerda que con nuestra sangre Cajun-Romani, incluso si estoy muerta para ti, en ambas esferas, todavía serias capaz de escucharme. Voy a perseguirte para siempre.
Josette Landry se encogió ante el apodo de la infancia que siempre la había hecho sentirse como un Pomeranian que ladra sin parar. Normalmente, corregiría a Selena, pero, en aquel momento, estaba demasiado cansada y con el alma enferma como para molestarse.
-Mira, lo único que quiero convocar en este preciso momento, es un viaje a Baskin Robbins. Así que a menos que tengas un cuarto de esa cremosa delicia helada en el bolso, deja de hablar y conduce.
Jo tiró suavemente de Selena hacia la puerta, e hizo caso omiso de las campanas que tintineaban en el dobladillo de la falda de gitana plateada y púrpura de Selena. Como autoproclamada adivina, su prima había aceptado la rareza de su herencia gitana en su totalidad.
Jo hizo una pausa mientras pasaba su mirada por Selena; desde su largo y rizado pelo castaño, su blanca blusa de campesina, el extraordinario collar en forma de luna, hasta sus sandalias Birkenstock.
Retiro lo dicho. Selena no la creía y rodó como un mal estereotipo de un cerdito feliz en una fábrica de barro.
Selena resopló.
-Ahogar tus problemas en un sorbete de remolino Rock'n Pop no va a resolver nada.
-Olvídate del sorbete. Este día se merece un helado de tarta de queso y fresas con sirope de chocolate… cucharadas triples. ¡Ahora!
-Te odiarás a ti misma por la mañana.
-Ya me odio a mí misma en este momento. Al menos déjame odiar mi vida con el recuerdo feliz de algo congelado y delicioso.
-Bien. -Se quejó Selena.- Incluso voy a pagar por ello.
-Por supuesto que lo harás.- Jo tiró de su mochila de mensajero hecha jirones por encima del hombro.- No tengo dinero.
Selena volvió a resoplar mientras sacaba su enorme, suave y esponjoso llavero de su bolso de mimbre.
-No estás bien ¿verdad?
-Estoy genéticamente vinculada a tu familia. Por supuesto, no estoy del todo bien y nunca voy a estarlo.
Sacudiendo la cabeza, Selena esperaba a que Jo cerrase la puerta de su apartamento, aunque no tenía ni idea de por qué se molestaba en hacerlo. La única cosa de valor eran sus tres perros. Y si los ladrones llevaran tiras de Beggin, estarían felices de dejar sin luchar. Horribles perros mocosos.
Jo echó una mirada a través de la ventana a las cajas que había estado empaquetando e hizo una mueca. Si su racha de mala suerte de un año no cambiaba pronto, ella estaría en la calle y estaría obligada a llevar a sus queridos perros a un albergue.
¿Cómo podía haber llegado a eso? Esto no se suponía que iba a ser su vida. Nunca había sido irresponsable. Mientras que otros chicos se iban de fiesta y a beber, ella se había quedado en casa para estudiar. Se graduó en lo más alto de su clase. Había ahorrado y guardado y había perdido sus ahorros en los honorarios de un abogado cuando se divorció de su marido por negarse a trabajar. La razón era que si estaba trabajando, no tendría tiempo para atornillar a otras mujeres a su cama, mientras que Jo estaba esclavizada en dos empleos para mantener a ambos.
Sí. Nunca se había sentido tan traicionada y herida. Nunca voy a confiar en otro hombre. Y si eso no fuera suficientemente malo, una reducción le había costado su trabajo de día y había perdido su trabajo nocturno hacía seis semanas después de que la fábrica se había quemado por un incendio eléctrico anormal.
Abrumado por el fracaso de su vida y ambiciones, Jo se volvió hacia la calle y se dirigió a la acera donde estaba estacionado el jeep de Selena. Si el esposo de Selena y su bufete de abogados llevaran divorcios, podría haber ahorrado algo. Pero la especialidad de Bill era el derecho corporativo y criminal, no el derecho de familia. Y mientras su amigo el abogado le había hecho una rebaja, aun así, se había llevado hasta el último centavo de sus ahorros para deshacerse de aquel infiel parasito.
-¿Qué voy a hacer, Lainie?
Selena abrió la puerta del coche para ella.
-Respira, cariño. Esto también pasará. Mientras tanto yo podría…
-No voy a aceptar un préstamo por tu parte. ¡Jamás!
-¿Aceptarías un trabajo?
Jo esperó a que Selena entrara al otro lado del jeep antes de responder
-No puedo leer las hojas de té o la palma de la mano, Y si me pones en tu tienda, ten cuidado. No estoy segura de que pueda sujetar mi sarcasmo.
-Sí, sé que sois una mala combinación la venta al público y tú. El tío Jacob aún sigue contando, en las reuniones familiares, el único día que pasaste trabajando en su garaje.
-No seas tan melodramática. Solo trabajé allí durante dos horas, antes de que Molly me hiciera dimitir.
Selena se echó a reír. Ese es mi punto exactamente. De todos modos, ya que valoro mi base de clientes y los respeto altamente, no tengo ninguna intención de ponerte detrás de un mostrador donde tu solita hundirías mi negocio. Lo que tengo para ti Señorita Sarcasmo. Es hacer lo que mejor sabes. Trabajar como fotógrafa.
Jo se animó inmediatamente.
-¿Ah, sí? ¿En serio?
Selena asintió mientras conducía a través del tráfico.
-Sólo que hay una pequeña trampa.
- Ah, gah. ¡Lo sabía! Es para un sitio porno ¿no es así?
-¡No! - Selena levantó la cara hacia arriba y, entonces, pareció considerarlo.- Aunque, conociéndote, probablemente preferiría el porno por encima de esta tarea.
Una sensación de malestar se instaló en el estómago de Jo cuando se dio cuenta que tenía que ser algo paranormal, y más tonto que el pomo de la puerta de una viuda.
-¿Qué?
-Tengo unos amigos…
-¡No! Conozco a tus amigos. Prefiero trabajar en la tienda Triple X de Tabitha catalogando brillantes cubre pezones y tangas comestibles.
-También puedo arreglar eso. Sólo recuerda que tienes que aprender la diferencia entre el lubricante K-Y y...
-¡Para ahí! No quiero saber nada acerca de la depravación de tu hermana. Me marcó la historia que contó de cuando encontró la dentadura de alguien en la parte de atrás del cajón de los tangas.
-Eres tan mojigata.
- Amanda y yo. Los únicos bastiones de no lunáticos en una larga línea de locos certificables.
Selena se detuvo en un semáforo para mirarla.
-¿Quieres que te hable del trabajo o no?
-Está bien.- Admitió Jo a regañadientes.- Te escucharé. Por lo menos, puedo saltar del coche y caminar de regreso.
Selena resopló.
-Mis amigos están tratando de conseguir su propio programa de cable.
Jo pronto lamentó su vileza. -Eso en realidad suena prometedor ¿Qué tipo de show?
-La Llamada del Infierno. Las mujeres en la demonología y la posesión.
-Hola, de vuelta a “De ninguna manera haré eso”.
-Está bien.- Selena giró a la izquierda.- Sólo por curiosidad ¿Le has hablado a tus padres acerca del divorcio y el aviso de ejecución hipotecaria?
-Te odio, Selena.
-No, no lo haces. Me amas con la pasión de mil paparazzis detrás de una exclusiva de Emma Stone.
Jo hizo una pedorreta a su prima -Sigue creyéndote esas mentiras.
-No es mentira. Soy psíquica. Lo sé.
Divertida y disgustada, Jo puso los ojos en blanco. Por mucho que odiara admitirlo. Selena estaba en lo cierto. Amaba y adoraba a su charlatana prima más que nada. Lunática y todo.
-¿Cuánto pagan por este trabajo y cuando quieren que empiece?
-Si pudieran encontrar un cámara imperturbable y de confianza, empezarían mañana. Pero todos los que han traído al sitio, han huido gritando en quince minutos, o menos.
Wow, eso era impresionante. Incluso para el grupo de bichos raros de Selena. -¿Es tan difícil trabajar con ellos?
-No. El lugar que están investigando está embrujado.
Esta vez, Jo se echó a reír. -¿Hablas en serio?
-Lo juro.
-¿Y dónde están investigando? ¿En la mansión Lalaurie?
Selena negó con la cabeza. –En la Casa de Karma.
Se lo imaginó. En su línea familiar a largo de personajes peculiares y para quienes estaban dispuestos a creer en hadas, abducciones extraterrestres y Santa Claus, Karma Devereaux era la reina Lunática. -Lainie, si pongo los ojos más en blanco probablemente me los trague.
Selena se acercó y juguetonamente le dio una bofetada.
-¡Hey!
-Lo necesitabas. Además, el cinismo no te sienta bien. Necesitamos a alguien que no se asuste al enfocar con la cámara.
-Sí, bueno. Después de haber sobrevivido a una reunión familiar con vosotros, puñado de bribones, soy inmune a casi cualquier cosa. La tía Xilla, no está incluida.
-Bueno. Voy a llamar a todo el mundo y les digo que estén donde Karma a las once de la mañana. ¿Te viene bien?
-Quizás.- Jo estrechó su mirada sobre Selena mientras se detenía en Baskin Robbins.- Todavía no me has dicho cuanto ganaré por este descabellado recorrido por la axila de Hades, también conocido como el sitio de Karma.
-Trescientos cincuenta al día, además de las comidas.
Jo se quedó boquiabierto.- ¿Estás bromeando?
-No. Hemos tenido que ofrecer eso para atraer a alguien a hacer este trabajo. Pero no hemos pagado a nadie más de veinte dólares por permanecer quince minutos, y la mayoría nos ha dicho que nos guardemos nuestro dinero porque tienen miedo de que esté también maldito o embrujado.
Jo se burló de la paranoia. –Qué montón de pensamientos supersticiosos…- Pero eso podría ser algo bueno para ella.- ¿Crees que puedo conseguir cuatrocientos al día?
-¿En este punto? Probablemente. -Selena tomó su teléfono.- Enviaré un mensaje Mama Lisa y lo averiguaré.
-Bien. Consígueme eso y tendrás una fotógrafa sin miedo. Cámara, recadera, conserje… lo que sea.
-¿Estarías dispuesta a pasar la noche allí?
-No -dijo Jo enfáticamente.
Selena levantó la vista del teléfono con una ceja arqueada. -¿No? Pensé que no tenías miedo.
-No tengo miedo a los fantasmas o demonios. Estoy aterrorizada por Karma. Sin ánimo de ofender a la loca de tu hermana.
-Sí, lo es. Sinceramente, a mi también me da miedo.- La sonrisa de Selena se ensanchó.- Mamá Lisa está de acuerdo con el precio. Dijo que si acabas los tres días de filmación, hay un bono de mil dólares para ti.
Jo se quedó de piedra, hasta que regresó la realidad y la abofeteó. De repente aterrorizada, comenzó a buscar en el cielo por encima de ellas.
-¿Qué significa esa mirada? –Preguntó Selena mientras miraba también hacia el cielo.
-Las cosas van muy bien. Deslizó su mirada hacia su prima.- Estoy esperando que un rayo me golpee.
-No seas ridícula. Es un día perfectamente soleado.
-Sí, y el infierno es sólo una bañera de hidromasaje. Te lo estoy diciendo, Lainie, algo muy malo va a suceder. Lo sé.
Porque desde el momento que nació, estaba maldita y nada le había salido bien.
# # #
-Hola ¿Mamá?
Karma Devereaux suspiró profundamente al escuchar la llamada de su hijo desde el pasillo de arriba. Ella salió de su sala de estar para mirar hacia el rellano.- Estoy un poco ocupada, Boo. ¿Qué necesitas?
Igual que ella, solo que con doce años de edad, su hijo se inclinó sobre la balaustrada para mirarla. Sus rizos oscuros formaban una maraña en su cabeza como si hubiera viento. Algo extraño, ya que era un día cálido y con poco viento. ¿Sabes ese jarrón raro-raro y espeluznante con una runa lunar escrita en él? ¿El que me dijiste que nunca tocara?
La sangre abandonó su rostro.- No lo tocaste ¿verdad?
-No. Pero Rug hizo un agujero para escaparse y cuando lo arrinconé en la habitación, en la que se supone que no debo estar, lo vi en el suelo roto. Y juro, por todo lo que es sagrado, que ni yo ni el hámster lo hicimos. Parecía que se había ya roto.
Aterrorizada por su hijo, Karma subió corriendo las escaleras tan rápido como pudo.- ¿Has tocado algo?
E. T. tenía agarrado al hámster entre sus manos. -Sólo Rug.
-Ponlo en su jaula.- Esperó a que su hijo saliera antes de entrar con cautela en la habitación. El terror la consumía y tan pronto como vio el jarrón roto, supo el por qué. Aquello no se había caído al suelo y roto por accidente.
Algo había hecho que se rompiera.
Y eso explicaba por qué no había tanta actividad en su casa últimamente. ¿Por qué todo el que era nuevo salía gritando por la puerta?
Uno de los seres más mortales y más antiguos del universo se había liberado.
Con el estómago revuelto, sacó su teléfono del bolsillo y marcó el número que tenía como último recurso.
Zeke contestó al primer timbrazo. -Control de Plagas de Zeke Jacobson. ¿Qué es lo que hoy se está comiendo tu alma?
-De verdad, no eres nada gracioso
Hizo caso omiso a tono de burla. -¿Karma? ¿Eres tú?
-Si. Tenemos un problema, amigo, y necesito a la caballería.
-¿Qué has hecho ahora?
-Te juro que no hice esto. Realmente no estoy segura de cómo sucedió, pero… Valac escapó.
-Por favor, dime que lo que me estas contando es que está llamando a la puerta porque quiere salir a jugar. No que él está fuera, fuera, como que ha salido.
-Se ha ido. Zarpado. Largado. Ni siquiera sé cómo se ha desatado. No tengo ni idea de cuando se marchó.
-¿Fue convocado?
Ella daba con el pie en el jarrón. –Sí.- respiró.- Pero, ¿cómo traspasaron mi protección?
-No tengo ni idea. Pero tuvieron que ser fuertes y terribles por derecho propio. Teniendo en cuenta eso, tengo que llamar a la artillería pesada.
- Tú eres la artillería pesada, Zeke. ¿No es el punto central de un Necrodemian? Matas al gran demonio.
-Sí y no. Hay aproximadamente cien demonios conocidos que están más allá de nuestra capacidad de lucha y muerte. Aquellos que tienen unos orígenes tan poderosos y antiguos que han sido sellados y se supone que es allí donde deben permanecer. Para este nivel de demonio, necesitamos capacidades de devastación nuclear. Sólo uno de los de su clase puede luchar contra él y volverlo a poner de nuevo en la botella sin morir en el proceso.
-Espera. ¿No estarás proponiendo que convoquemos a un demonio más malvado y fuerte para capturarlo?
Zeke estaba a punto de involucrar a Thorn en un lío espantoso. Más que nadie, Karma sabía que era una mala idea. Lo que menos necesitaba Thorn era una tentación. Todos los días, se deslizaba hacia el reino de su padre, ella lo sentía cada vez que hablaban. Pero Zeke tenía razón. ¿Qué otra opción tenían?
-Sí, no llamamos a los Hellchasers a menudo. Son como perros rabiosos y, por lo general, luchamos contra ellos, tan bien como esos crueles. Sin embargo, es la única opción en este caso. A menos que quieras que Valac siga vagando libre y no creo que sea una buena idea. Especialmente tan cerca de Halloween. Sé paciente, voy a estar allí tan pronto como pueda.
Karma colgó el teléfono, mientras examinaba la habitación donde guardaba la vajilla y limpiaba algunas de las reliquias y objetos más aterradores en el ámbito paranormal. Nunca quiso vigilar a Valac, pero cuando su hermana Tiyana murió, heredó su tutela. Tiyana la había hecho prometer que, si algo le pasa a ella, Karma no confiaría su recipiente a nadie más. Por ninguna razón.
Ahora…
Por favor, que éste no sea el peor error de mi vida.
Capitulo 2
Jo acababa de empaquetar su equipo en su oxidado Ford Falcon de 1964, que solía ser rojo pero ahora era más gris que otra cosa, cuando su teléfono empezó a sonar. Mientras lo cogía, se dirigió hacia el lado del conductor y metió su bolso dentro.
-Hey, primita. Cambio de planes. No nos vemos en casa de Karma. En su lugar, tenemos una llamada de emergencia de la Mansión Gardette-LePetre en Dauphine.
-Estás de broma. ¿Ese viejo sitio tan raro donde el sultán y su harén fueron masacrados?
-Ese mismo. Te veo allí… ah, y el tipo nos va a pagar una fortuna. ¡Tu bonus acaba de tener un bebé! ¡Felicidades!
Esperando que no fuese una señal adicional del Apocalipsis, Jo colgó y entró en el coche. Bueno, siempre había tenido una mórbida fascinación sobre aquel lugar que estaba solo a un par de bloques de distancia de la tienda vudú de su familia, Erzulie’s. Cuando era pequeñas, su tía Kalila las entretenía con historias de medio sobre aquella vieja mansión y los horrores que habían tenido lugar allí hace casi dos cientos años.
Sí.
Pero ella no pudo reprimir la tristeza al pensar en pasar por la tienda donde su prima Tiyana había muerto. Desde esa horrible noche, había hecho todo lo posible para evitar la calle. Solo podía imaginarse lo difícil que sería para Selena y sus hermanas, especialmente para Tabitha, que era dueña de la tienda.
De todos los locos de la familia Devereaux, Tiyana había sido una de las favoritas de Jo. Aunque ella nunca había creído en nada de, como lo llamaba su madre, esa mierda sobrenatural, Jo solía pasar por allí y coger los jabones y aceites que T y su tía Ana hacían para Erzulie’s.
No pienses en ello.
Era muy difícil no hacerlo. La lección que Jo había aprendido era lo rápido que cambiaba la vida. Un minuto estabas caminando junto a un excelente capullo imbécil, y al siguiente… ¡bam! Tu mundo se salía de las vías, dejando tu corazón hecho pedacitos en la cuneta, haciéndote pensar cómo vas a ser capaz de recomponerlo.
Debería ser ilegal que la vida te hiciera eso sin ninguna advertencia.
Asqueada, giró la llave y el coche se puso en marcha con un repiqueteo sordo y expulsando humo negro que se dispersó por toda la calle. Sí, era vergonzoso, pero tenía que darle crédito al viejo Falcon. A sus cincuenta años, tenía más vida que ella en ese momento.
Sacando todo de su mente excepto la canción de Prince que sonaba en la radio, se dirigió haia Dauphine, donde Selena y Karma ya le estaban esperando, junto a otras cuatro mujeres que nunca había visto.
Jo aparó detrás del Jeep de Selena. Después de un extremadamente humillante de “sí, he apagado el motor y mi coche aún sigue funcionando –no sé si algún día parará así que bésame el culo y alégrate de no ser tú”, salió del coche y cogió sus cosas. A medida que se acercaba a las demás, no pudo evitar darse cuenta de las expresiones en sus caras, apostando cuanto iba a durar.
Caminando hacia Selena, sonrió.
-Apúntame para ocho.
-¿Ocho qué?
-Cuanto tiempo pasa hasta que salga gritando que quiero irme a casa.
Karma se rio.
El resto parecían confusas.
Con un resoplido despectivo, Selena señaló a la pequeña rubia de su izquierda.
-Jo, te presento a nuestra intrépida líder y exorcista principal, Mama Lisa. Es la que tiene el programa de radio por internet, Voices Carry, los miércoles por la noche.
Jo conocía bien su programa, Era el único que soportaba de los que Karma escuchaba.
Estrechándole la mano, Jo inclinó la cabeza ante la mujer de ojos simpáticos con una bonita sonrisa.
-Encantada de conocerte.
-Igualmente.
Después, Selena señaló a las dos mujeres castañas que se parecían lo suficiente como para estar emparentadas.
-La hermana Jordan y su hermana de verdad, Sarah.
Intercambiaron cordialidades.
-Y por último, pero nunca menos importante, la señora Mercy.
Regordita y adorable, sonrió mostrando los hoyuelos.
-Hola, Jo. Espero que no te asustes con facilidad. Tenemos un día inusualmente bueno.
Jo le guiñó un ojo.
-Me muero de ganas.
-¿No tienes miedo? –le preguntó Lisa poco convencida.
-Ya conocéis a Karma, ¿verdad? Imaginar compartir baño y cama con ella. Es una cerda. Nada me asusta más que sus rituales de baño a medianoche.
Todas se rieron. Incluso Karma.
-De acuerdo, señorita Imperturbable –Karma cogió la mochila del hombro de Jo-. ¡Prepárate para los sustos! –e hizo una risa malévola falsa al marcharse.
Jo miró a Selena.
-Siento como si estuviera atrapada en la casa del lago con ella de nuevo… ayúdame.
Meneando la cabeza, Selena cogió el trípode y lo llevo dentro. Jo las siguió, pero titubeó en el vestíbulo. No porque estuviera asustada, sino porque era absolutamente bonito. Mientras que el exterior de la casa era un clásico del Neoclásico, con un balcón ornamental de hierro –los ocho metros-, el interior era moderno y contemporáneo en su totalidad.
Con madera pulida. Ventiladores en el techo. Techos pintados de bonitos colores. Exquisito.
Jo intentó no abrir la boca del asombro.
-Pensé que eran apartamentos.
Selena posó el trípode en el suelo.
-Lo eran. En agosto del año pasado, lo compraron y lo convirtieron en una sola casa. Nueve habitaciones, diez baños. Más de seiscientos cincuenta metros cuadrados de absoluta maldad.
-A mí no me parece malo. Está muy bien.
-Gracias.
Jo se giró al oír la grave voz de un hombre. Vestido en una camisa verde, era un hombre de mediana edad y tenía los aires de estar al mando.
-Cal –dijo Lisa como saludo-. Gracias por dejarnos hacer esto.
-No, gracias a vosotras por venir. Después de la semana pasada, mi mujer se ha negado a volver. Ya está llamando para poner la casa en subasta. Ojalá lo hubiese hecho antes de la última factura para remodelarla. Pero, ¿qué se le va a hacer? Es más barato que los abogados para el divorcio, supongo.
Selena sacó una libreta de espiral con adorables monstruitos en la portada, y un bolígrafo de pluma de flamenco. Demasiado para parecer profesional.
-¿Qué ha pasado exactamente?
-Para ser honestos, al principio nada. Estuvimos casi un año sin ninguna incidencia. Como todos los demás, pensamos que las historias sobre este sitio encantado eran falsas. Y entonces…
Selena alzó la vista.
-¿Qué?
-Llegamos una noche después de salir a cenar y había un hedor muy extraño. Ni siquiera puedo describir lo nauseabundo que era. Pensamos que quizá un desagüe se había roto o algo por el estilo.
Lisa se paró junto a la mesita auxiliar del recibidor.
-Algo estaba fuera de ligar justo aquí.
Pasó la mano por encima del bol con canicas.
Cal asintió.
-Alguien había puesto una rosa roja ahí.
-Hubo un grito en el piso de arriba –susurró Jordan, mientras repetía lo que pensaba que había pasado-. Tu mujer volvió corriendo al coche para llamar a la policía mientras tú ibas a la cuarta planta a investigarlo –ella volvió a mirarle-. Pero no encontraste nada. La habitación estaba completamente vacía.
Frunciendo el ceño, él volvió a asentir.
-¿Cómo lo sabes?
-Son muy sensibles –Karma se volvió para mirar a Jo-. ¿No deberías estar grabando esto?
-Lo siento.
Jo puso la bolsa de la cámara en el suelo y sacó su cámara de video digital. Posándola en su hombro, la encendió y luego frunció el ceño al interruptor.
-Qué raro.
-¿Qué? –preguntó Selena.
-Quité la batería del cargador justo antes de venir y ahora está vacía.
Jo la cambió, solo para encontrarse que los recambios también estaban vacíos.
Selena tomó nota.
-Todos, rápido. Mirad vuestros teléfonos.
Uno por uno, todos informaron lo mismo.
-Completamente vacíos.
-Ooh –suspiró Karma-. Ya tenemos actividad.
Con el entusiasmo de un niño en Navidad, volvió a mirar a Cal:
-¿Habéis visto alguna aparición?
-Un hombre de pelo claro. Joven.
-¿Dónde?
-Arriba. En el antiguo espejo del recibidor que ahora está en un armario. Vino con la casa. Lo quité de la pared después de que mi mujer empezara a tener pesadillas con él, hace un mes.
-Veamos, y… -la voz de Lisa fue apagándose mientras abría la puerta de su izquierda y entraba en la habitación. Jo se aproximó.
Al igual que las demás.
Una por una, se giraron para mirar al dueño.
-Te gustan mucho las antigüedades, ¿eh? –preguntó Selena.
Él se encogió de hombros.
-Soy un historiador. Son los artefactos que colecciono. Mayormente de eBay, y de amigos que son antropólogos y arqueólogos.
Karma se giró hacia Selena.
-¿De qué período son?
-Babilonio. Mucho babilonio.
Cal asintió.
-Me centro principalmente en Akkadia y Sumeria. ¿Es un problema?
Karma negó con la cabeza.
-¿Conoce a la doctora Parthenopaeus?
-¿Tory? Sí. La conozco desde hace años.
-¿Y al doctor Julian Alexander? –preguntó Selena.
-A él también.
-¿Deberíamos llamarles? –susurró Karma a su hermana.
-No estoy segura. Todavía. Echemos un vistazo más –Selena metió su bolígrafo en la libreta-. Enséñanos el espejo.
Jo siguió a los demás mientras se dirigían a las escaleras. Estaba intentando que no le afectara todo eso, pero lo de las baterías era muy raro. Una y otra vez, intentaba pensar en una razón lógica.
Pero no podía. Nada debería causar que se descargara totalmente la batería. En todos los objetos.
Era peculiar.
Cal les guio hasta otra habitación y abrió la puerta del armario.
-¿Notáis eso? –dijo Jordan tiritando.
Su hermana asintió.
-Hay algo aquí con nosotros.
-Mantas –dijo Jo-. Cerámica. Muchas alfombras y cuadros.
Ellas le miraron irritadas y le dijeron que su bonus podría reducirse.
Cal y Lisa sacaron el espejo. De más de dos metros de altura, era una antigüedad impresionante que le recordaba a cientos de ese tipo que había visto en las tiendas de antigüedades de la calle Royal. Por alguna razón, a Jo siempre la habían fascinado los espejos, especialmente los antiguos. Tanto que había llenado su habitación de espejos cuando era pequeña. Era algo que aparentemente llevaba en las venas, porque su madre le había confesado que ella había sido igual de joven.
-¿Cuántos años de mala suerte si rompemos eso? –dijo Jo intentando relajar el ambiente.
Aunque todo lo que hizo fue irritar a sus compañeras.
-Finge ser seria –dijo Mercy, mirándola irritada-. Nosotras somos profesionales.
Recordánndose que su bonus sería enorme si no la cagaba, Jo dio un paso atrás.
-Lo siento.
Aburrida mientras estudiaban el espejo e impedían que ella lo inspeccionase, miró la habitación, que tenía una increíble vista de la catedral de St. Louis.
¿Eres la elegida…?
Se volvió al escuchar el susurro. No había nadie allí. Las otras aún estaban reunidas alrededor del espejo, comparando notas y comparando rarezas.
Mh…
Sí, me estoy volviendo loca.
Solían hacer eso cuando era pequeña. Hacían “uuuh” y “aaah”, especialmente alrededor de los espejos, y veían cosas hasta que le convencían de que ella también las veía.
Pero ella era más lista.
Las Devereaux eran lo extraño de lo extraño. Empezando por la tía Rocky hasta sus nueve locas hijas.
Aunque si vamos al caso, la madre de Jo no era precisamente normal. Los Floras tenían una larga línea de excéntricos aunque adorables charlatanes. Incluso su abuela Romanichal juraba que tenía una vena en el pie que predecía cuando se acercaba una inundación.
Pero lo bueno de ellos era que las reuniones familiares y los picnics nunca eran aburridos.
-¿Vienes, Jo?
Se giró al oír la pregunta de Selena y se dio cuenta de que todos habían salido de la habitación mientras ella soñaba despierta.
-Voy justo detrás de ti.
Mientras les seguía, tenía que admitir que había algo escalofriante en ese lugar. Reluciente y paranoicamente limpio, era perturbador. De verdad, nadie debería tener la casa así de inmaculada cuando había gente viviendo en ella.
Si, la casa rebosaba rareza.
Ella miró a Karma.
Y ahí está. La fuente de todo lo raro.
Jo reprimió una risa ante el pensamiento.
Ignorándolas mientras parloteaban sobre cosas que no sabía y no quería aprender, llegó hasta la puerta trasera que daba a un pequeño patio. Se quedó quieta al encontrarse con el mural más increíble que había visto. Hecho de lo que parecían paneles de espejos antiguos que se reflejaban en la casa, estaban cubiertos de piezas de metal, decorados para que parecieran árboles en tres dimensiones, con la puerta negra recortada en el centro. Daba la impresión de que caminabas hacia un místico huerto.
Necesito esto en mi apartamento…
-Bonito, ¿verdad?
Se volvió al escuchar la voz de Cal.
-Sí. ¿Estaba aquí cuando comprasteis la casa?
-No. Un amigo de mi mujer es artista. Hace muchos de los murales que ves en estas antiguas casas.
-Puedo ver por qué –le sonrió-. Tenéis la casa más increíble que he visto. Sé que tú y tu mujer estáis muy orgullosos.
Cuando él iba a abrir la boca para responder, Lisa le llamó. La dejó para ir a atenderles.
Sola, Jo se acercó a los árboles de metal para estudiar el arte. Debió llevar más paciencia de la que ella jamás había tenido. Pero la artista en ella estaba muy intrigada-
Mientras rozaba con el dedo los esmaltados bordes, su mirada se posó en los viejos espejos manchados que había unido y dispuestos meticulosamente para alcanzar ese efecto. Sí, definitivamente quería hacer eso con alguno de los que ella había coleccionado durante años.
Una sombra se movió detrás de un cristal.
Frunciendo el ceño, se volvió para ver si había alguien detrás de ella.
La habitación estaba vacía.
No seas estúpida. Y no dejes que entren en tu cabeza. A no ser que planees cobrarles alquiler. Te vendría bien el dinero.
Riéndose por sus pensamientos, fue hacia la puerta, pretendiendo investigar el patio donde se decía que el inquilino de la propiedad se había quemado vivo durante la masacre que había tenido lugar en la casa.
Pero mientras atravesaba la puerta, se tropezó con el borde de la alfombra. Jo intentó alcanzar la pared para evitar caerse. Pero en vez de tocar los paneles del espejo, los atravesó.
Completamente.
Capitulo 3
Jo se quedó paralizada al encontrarse en el sitio más raro que había visto jamás. El Bosque Espeluznante de las Hadas, completo con árboles retorcidos que parecían que iban a volver a la vida e intentar comerse su cabeza.
Menuda putada… Había aparecido en Telelandia y no podía despertar.
Y por lo que parecía, era un episodio de la familia Addams.
Quizá de los Munsters.
Definitivamente, de uno de los dos. Dando la vuelta sobre sí misma lentamente, no vio nada excepto una oscuridad infinita. No había color. Incluso su piel tenía un color grisáceo y pálido.
Qué raro.
Esa era la razón por la que Technicolor se impuso en las películas…
Un fuerte viento rugió a su alrededor, alborotándole el pelo y poniéndole la piel de gallina. Abrazándose el cuerpo, avanzó tambaleándose, a través de la noche, buscando el camino a casa.
-¡Selena! ¡Karma! –se paró para intentar oírlas, pero lo único que escuchaba era el viento-. ¡No tiene gracia! Lo juro, Karma, Jo es la cabrona. ¡No tú! ¡Me las pagarás por esto! ¡Tendrás que dormir algún día!
Vamos, Jo. Despierta.
Es solo un estúpido sueño.
Aun así, mientras los segundos se convertían en minutos y nada cambiaba, empezó a preocuparse. Incluso a asustarse.
De repente, escuchó el sonido de unos pasos corriendo no muy lejos.
-¿Lainie? ¡Por aquí! ¡Y trae una linterna!
El sonido se ralentizó y giró en su dirección.
Aliviada, dejó escapar un largo suspiro. Hasta que vio el origen del sonido.
Oh, dios, no…
Eran los refugiados de una de las películas de miedo de zombis que su sobrina Tabitha veía al irse a dormir cada noche.
Horrorizada, Jo se dio la vuelta y corrió lo más rápido que pudo. Pero con su suerte, no eran los zombis que se movían a cámara lenta de The Walking Dead. Oh, no…
Eran el premio de la lotería: super zombis de Residen Evil, con esteroides y un entrenamiento olímpico. Uno se lanzó a por ella mientras intentaba morderla. Jo se agachó y se giró antes de correr en la dirección opuesta. Frenética, buscó un arma, pero todo lo que podía ver era niebla, oscuridad y más oscuridad.
¡Inútil!
¡La próxima vez que tenga este sueño, quiero gafas de visión nocturna y un machete! Por no mencionar un par de guardaespaldas macizos.
Y en esas terribles y terroríficas películas que Tabby le obligaba a ver, lo único que Jo siempre había odiado era a la estúpida chica que gritaba y que corría sin remedio, normalmente en tacones, y ni siquiera intentaba salvarse.
Pero ¿qué narices? No podía hacer otra cosa.
Dejando escapar un alarido, corrió y se dio de bruces contra un duro árbol que apareció de nada.
O eso pensó. El oscuro árbol la atrapó entre los brazos y la puso detrás de él antes de girarse y desenvainar una espada tan rápido que Jo tardó un minuto en procesar lo que había hecho. El siseo del metal hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
Apenas podía seguir con la mirada a aquel hombre increíblemente alto mientras despedazaba aquellas cosas cuando intentaba matarle o atraparla. Vaya, estaban entrenados. Pero nada comparado con aquel hombre. Se giraba, bloqueaba y daba estocadas como una bailarina macabra.
Era obvio que había combatido contra ellos más de una vez.
Aunque le llevó varios minutos, luchó contra ellos con una precisión y habilidad absurdas.
Después de que los zombis estuvieran esparcidos por el suelo entre la niebla, él se giró lentamente para mirarla. En aquel negro, no podía descifrar ningún detalle de su cuerpo. Ninguno. Envuelto de negro de los pies a la cabeza, le recordó a un monje asesino.
Envainando su espada, le habló en un lenguaje que ella nunca había escuchado.
Cuando no le respondió, le agarró el brazo y bramó con más galimatías.
Ella le empujó.
-Tío, no tengo ningún Babelfish aquí. Ni la piedra Rosetta. Ni siquiera sé de qué continente viene eso.
-¿Humana?
Su grave tono de barítono la paralizó. Oooh, una voz sexy envuelta en un precioso acento. Bonita y reconfortante, no como el feroz apretón que aún ejercía sobre su brazo.
-Después de mi primera taza de café. La mayoría de los días. Sí, soy humana –intentó liberar su brazo de su mano-. ¿Ya has tomado tu cafeína? ¿Tu enema diario?
Su agarre se intensificó mientras la arrastraba lejos de los cadáveres.
-¡Eh! Tío irritante, alto y siniestro. No soy tu Barbie –se zafó de su mano-. ¿Quieres tratar con cuidado la mercancía? Quien lo rompe, lo paga, y no es barato. Tengo tres perros que mantener, ¿sabes? Las tiras de bacon para perros son muy caras. Y Maisey se ha vuelto adicta a esas palomitas de microondas con mantequilla. Y no le valen de marca blanca.
Cadegan no tenía ni idea de lo que esa mujer estaba diciendo. Aunque entendía la mayoría de palabras que usaba, otras le dejaban tan perplejo como su repentina aparición en su reino. Y sus frases no tenían ningún sentido.
Por su ropa, sabía que formaba parte del mundo humano actual. ¿Pero por qué estaba aquí?
¿Cómo había llegado? Mientras algunos de los demás que llamaban hogar a ese infierno podían ir y venir, eran hechiceros, Adoni u otro morador inferior. Los humanos no tenían la libertad de adentrarse sin ayuda.
Y cuando enviaban a un humano a por él, podía oler el toque del demonio a mucha distancia.
Ella era diferente. Mientras tenía algo que le resultaba familiar, no tenía ninguna esencia de nada, excepto de humanidad.
Amabilidad.
Era lo que había atraído a esos tímalos y les había hecho atacar. La inocencia era uno de los productos más preciados y valiosos en ese infernal reino. Y era uno que nunca duraba mucho antes de que convirtieran a los inocentes.
O los mataran.
Cadegan se quedó helado al oír más tímalos y sidhe corriendo hacia ellos. Peor que eso, sonaba como si llevaran MMs con ellos.
Los Minions de la Muerte darían cualquier cosa por un bocado de su inmaculada carne humana. Y podrían devorarla solo para escucharla suplicando a gritas.
-Quieta.
La dejó para enfrentarse a esos seres oscuros y retorcidos que rezaban para que alguien fuera lo suficiente estúpido como para estar en el bosque Nachtmore a esa hora.
Dios, la habían detectado muchos, y parecían que aparecían más cada segundo. Esquivó una espada de un tímalo antes de que un MM se lanzara a por él.
La mujer avanzó, acercándose a la refriega.
Distraído, sintió como le mordía la criatura contra la que estaba luchando. Maldiciendo, le devolvió el golpe y lo mató en el instante en el que ella empezaba a correr de nuevo.
-¡Alto!
Ella se quedó quieta y subió los brazos.
-¡No dispares!
¿Por qué pensaría eso?
-No tengo ningún arco o ballesta, muchacha. Sería inútil contra ellos, de todas formas.
-Vale, de acuerdo –dijo volviéndose para mirarle.
Cadegan contuvo la respiración cuando por fin pudo ver sus pícaros rasgos. Alta y delgada, no tenía las curvas que él prefería en el cuerpo de una mujer. Pero su cara era la de un oscuro e inocente ángel. Su suave pelo negro y sus ojos oscuros le recordaron a su hogar. Pero, tuvo el repentino deseo de tocar esos largos tirabuzones para ver si eran tan suaves como parecían. Inhalar su dulce esencia.
Canolbwyntio! Esto tenía que ser algún tipo de trampa. Era todo lo que esperaba a los maldecidos en ese reino de locura. No era el mundo humano, ni Camelot, ni Avalon. Eso era Terre Derrière le Voile, el agujero negro entre esos mundos al que su hermano le había enviado durante toda la eternidad. Capaz de ver por siempre los reinos llenos de luz que nunca más podría alcanzar o visitar, sin importar cuánto poder poseyera.
Déjasela a ellos, entonces, y márchate.
Era lo más sensato. Pero claro, él se había vuelto loco hacía siglos.
Ahora…
Como aquellos que salían a atraparla, él también la quería para él. Durante un tiempo. Aunque solo fuera para apaciguar la soledad que tenía como única compañera-
¿Era mucho pedir un par de minutos de conversación?
Maldito sea el infierno de Lucifer.
Y maldito sea él también.
Antes de poder refrenarse, Cadegan le tendió la mano.
-Conmigo ven, muchacha, y te pondré a salvo.
Jo titubeó mientras intentaba darle sentido a sus cantarinas palabras.
-¿Quién eres?
-Cadegan.
Vaya, ese chico tenía un acento muy marcado. Y era uno muy raro. Un cruce peculiar que estaba entre irlandés o escocés, e inglés marcado. Aun así era algo que nunca había escuchado antes.
-¿Cah-qué?
Lo repitió despacio.
-CUH-doo-gun.
-Cadegan –dijo avergonzada, esperando no haberle insultado con su mala pronunciación. Si lo hizo, él no la corrigió-. El mío es fácil. Soy Jo.
-Jo. Tenemos que ir. He derrotado, pero no podemos permanecer aquí. Habrá más. Siempre hay.
Aquello era peor que intentar entender a su abuela Romanichal cuando tenía uno de sus días Anglo-románicos.
-¿Estás intentado ayudarme?
-Sí.
-Vale, pero tengo un zapato, chaval, y no dudaré en usarlo.
Cadegan no tenía ni idea de lo que significaba esa, pero sonó vagamente como una amenaza. Si tuvieran más tiempo, se reiría con pensar que una mujer tan delgada pudiera hacerle algún daño. Cualquier mujer u hombre, de hecho. Pero no había tiempo. Tenían que alejarse antes de que algo la alejara de él.
Finalmente ella le tendió su delicada mano, y él maldijo el hecho de que llevara guanteletes que le impidieran sentir su suave piel.
Había pasado tanto tiempo sin que le tocara un humano que no podía recordar la sensación. No era como si lo hubiese experimentado mucho.
Aun así… todo el mundo anhelaba algún grado de contacto físico.
Incluso los malditos.
La empujó hacia el refugio que le había servido como hogar desde que Leucious le había encarcelado allí. No era mucho. En realidad, era como una conejera. Aunque estaba limpia y era útil. Lo mejor de todo era que podía cerrarse y sellarse para mantener a los demás fuera el tiempo suficiente para poder comer o dormir.
Con sus poderes, abrió la puerta de piedra y la dejo entrar en su casa en primer lugar.
-Perdona porque sea un rocal.
-¿Corral?
-¿Corral? –repitió él, sin entender su término más de lo que ella había entendido el suyo-. Pocilga –dijo intentándolo de nuevo.
Jo sonrió cuando finalmente entendió lo que quería decir.
-Es casi lo mismo.
-Ah.
Frunciendo el ceño, Jo se quedó mirando mientras él movía la mano y una enorme piedra rodaba hacia la abertura mientras ellos pasaban. En el momento que estuvo en su sitio, diez candelabros se encendieron solos a su alrededor, revelando el agujero de hobbit en el que vivía. El suelo debajo de sus pies estaba hecho de tablas de madera gruesas, y unos árboles más pequeños y retorcidos sujetaban el techo curvado que estaba encima de sus cabezas. También aguantaban un segundo piso, que era pequeño y elevado, donde había una modesta cama en una pequeña plataforma que parecía tener cajones y un lavabo. En términos generales, el sitio le recordaba a un pequeño apartamento. Probablemente tendría unos cincuenta metros cuadrados.
Había una chimenea a su izquierda, con un pequeño caldero y una cafetera. Dos potas más y una cacerola colgaban de los ganchos de la chimenea. Las paredes estaban descubiertas, excepto por una gran colección de espadas, lanzas y hachas. Y más escudos de los que había visto en toda su vida. Solo entonces se dio cuenta del color que había dentro. Al contrario del exterior en blanco y negro.
-¿Le gustaría un plantador, muchacha?
Se volvió para mirarle y después jadeó al darse cuenta de que era mucho más alto de lo que había supuesto. ¡Madre del amor hermoso! Debía medir más de un metro ochenta y tenía unos hombros anchos. Vestido en una toga parecida a la de un monje y una capa, con un cinturón, era gigantesco. Se quitó los guanteletes de malla y los enganchó al cinturón.
Al ver que ella no le respondía, se bajó la capucha para enseñar su cara al fin. Ella contuvo la respiración al ver unos ojos tan azules, como el mar Caribe, que electrizaban. Antinaturales. Llevaba el pelo rubio oscuro demasiado corto. Como un militar. Y aunque tenía los pelos de la barba un poco largos, como si no se hubiese afeitado durante semanas, no tenía una barba espesa ni parecían descuidados. Era un caos muy sexy que añadía una cualidad extremadamente dura a un rostro masculino perfecto.
-¿Me has oído, muchacha? ¿Te gustaría un plantador?
Si un plantador era un Cadegan caliente en su cama, por supuesto que sí. Apúntala y satúrale la bandeja de entrada. Soportaría eso y más.
-No estoy segura de lo que lo que me estás preguntando.
Una sonrisa burlona apareció lentamente en su hermosa cara, haciéndole aún más apetecible y exquisito.
-Comida. Agua. ¿Te gustaría un… aperitivo?
Ella se decepcionó y puso un puchero. No era la oferta que estaba buscando. Negó con la cabeza.
-Estoy bien. Gracias, de todas formas.
Él inclinó la cabeza antes de quitarse la capa con ademán y colgarla en una varilla en la pared. Al volverse hacia ella, titubeó. Su inesperada timidez era encantadora y le hacía parecer casi real.
-Bueno, Cade… Eres alto, sexy, vistes bien y vives en un agujero de hobbit. ¿Hay algo más que necesite saber sobre ti? ¿Hay una señora Hobbit-Gigante con la que compartes tu morada?
Él no respondió, mientras parecía estar teniendo dificultades al entenderla. En vez de eso, bajó la mirada hasta su mano. Un ansia que no pudo comprender le oscureció los ojos.
-¿Puedo? –preguntó con vacilación.
-¿El qué?
Acercándose a ella despacio, le cogió el brazo como si esperara que ella se evaporara. Con una ternura inimaginable, le tomó la mano y cerró los ojos como si estuviera saboreando la sensación. Se mordió el labio inferior con la expresión más atractiva que había visto en la cara de un hombre, y ahueco su mano entre las suyas. Con la respiración entrecortada, guio su mano hasta su mejilla y mantuvo sus nudillos en la piel como si fueran una reliquia sagrada. De hecho, temblaba mientras hablaba en ese melódico idioma que no había ni siquiera empezado a descifrar.
Una parte de ella estaba aterrorizada. ¿Estaba loco? Pero no la estaba amenazando. En lugar de eso, actuaba como si no hubiera estado cerca de otra persona en mucho tiempo.
-¿Estás bien?
Él inhaló su piel un segundo antes de soltarla y echarse hacia atrás.
-Lo siento, no pretendía asustarte.
-No pasa nada. He tenido citas más espeluznantes que esta. Es vergonzoso, también, y de hecho fueron mientras estaba despierta… y con testigos que conocía.
Él sonrío y fue al armario hecho a mano donde se sirvió un cáliz de vino. Justo cuando había empezado a beber, algo golpeó la piedra que había colocado como puerta.
Jadeando de miedo, Jo corrió hacia él.
Cadegan le tendió el caliz.
-Mantén los nervios, muchaha. Te prometo, no van a entrar aquí. Y nunca a través de mí.
Ella le dio las gracias y cogió el vino mientras lo que fuera que estuviese fuera hacía todo lo que podía para que Cadegan quedara como un mentiroso.
-¿Te puedo preguntar algo?
Él se sirvió otro cáliz.
-Sí.
-¿Qué idioma estás hablando?
-Inglés, pienso.
La forma en la que lo dijo lo hizo sonar más como An-GLES.
-¿No eres inglés?
La furia que relampagueó en sus ojos la hizo retroceder inmediatamente.
-Lo siento, Cade. No pretendía insultarte.
Un tic apareció en su mandíbula antes de que se terminara el contenido del cáliz de un trago y se sirviera otro.
-Soy Brythoniaid.
-Eso es absolutamente precioso. No tengo ni idea de dónde es o por qué mi cerebro está pagándolo conmigo, pero vale. He debido de mirar demasiadas entrada de Wikipedia –chocó su cáliz de vino contra el de Cadegan-. Por los Bri… lo que sea que acabes de decir.
Cadegan se rio por sus palabras, y luego se quedó paralizado mientras el sonido le conmocionaba. En verdad, no podía recordar la última vez que se había reído. Por nada. Era un sonido extraño de oír para él.
Ella era encantadora a niveles aterradores.
Y le hizo anhelar cosas que sabía que nunca podrían ser suyas.
-Quizá me conozcas como Cymry o… galés.
-¡Ah! Ahora ya lo sé. Eso explica mucho, de hecho… Una salsa genial.
Se acabó el vino y puso su cáliz en una pequeña mesa.
Siempre quise ir al Reino Unido. Debe ser la razón por la que mi cerebro está conjurando esto durante mi estado comatoso. Ahora que lo pienso, me recuerdas al tío que protagoniza Arrow… Sí, por fin veo la conexión.
Cadegan resopló antes sus tonterías.
-Si te parezco tan molesto, muchacha, como tú a mí, me disculpo profundamente.
-Creo que sí es la respuesta correcta. Pero está bien. Se supone que los comas no tienen sentido. ¿Verdad?
Él sonrió con un aire de superioridad a su pregunta.
-Siento ser el portador de malas nuevas, pero no estás durmiendo.
Jo se tensó. No podía ser posible. Por favor, que me hayas mentido.
-¿Perdón?
Él señaló su cueva.
-Esto es tan real como los cuernos de Bran.
-No, no lo es.
Que fuera real no tenía más sentido que lo que le estaba diciendo.
Asintiendo, él puso su cáliz a un lado.
-No te creo. Demuéstralo.
Cadegan no tenía ni idea de cómo hacerlo sin dañarla, y por alguna razón eso era lo último que quería hacer. Preferiría disfrutar de su cháchara sin sentido, y le gustaba el hecho de que no le tuviera miedo.
-¿Y bien? –se mofó ella.
Una sonrisa malvada apareció en sus labios cuando se le ocurrió una forma de demostrarlo y no herirla. Antes de que pudiera reconsiderarlo o parar, él bajó los labios hasta los suyos y la besó con ganas. Pero no estaba preparado para la sensación de probarla tan íntimamente. Para las sensaciones que aquel beso encenderían dentro de él.
Respirando con dificultad, cerro la mano alrededor de su sedoso pelo y exploró su boca con un hambre y ansia olvidadas que resurgieron. Extremadamente cálido, le estrechó en un abrazo y lo mantuvo cerca, deseando un cuerpo que estaba segura que sería increíble sentir encima.
Si eso era un sueño, no se quería despertar. No si él no estaría allí con ella.
Cuando finalmente se retiró, él la miró con un amargo anhelo que hizo que su pecho se tensara.
-¿Me crees ahora, muchacha?
Traducción: Sherrilyn Kenyon Spain
Hola la página esta muy buena!! Queria saber cuando van a subir los próximos caps
ResponderEliminarestoy ansiosa por seguir leyendo